martes, 22 de septiembre de 2009

Stieg Larsson, el hombre que soñaba con ser novelista

Stieg Larsson, el autor de la trilogía Millennium, está más vivo ahora que antes de morir. Sus novelas se venden por millones y ya hay al menos tres biografías en camino. Historia de un Van Gogh moderno.
En la página de Facebook que los lectores han dispuesto en honor a su obra, los comentarios son abrumadores. Paso a paso, los fanáticos van narrando cómo devoran sus libros, cómo se han dejado empapar del misterio de una trilogía que los editores publicaron a cuentagotas y que llegó al clímax este año con el tercer y último eslabón de la cadena. Al menos en lo que a la edición en español se refiere.
El fenómeno es mundial. Publicada en 40 países, Millennium –la saga conformada por Los hombres que no amaban a las mujeres (2005), La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina (2006) y La reina en los palacios de las corrientes de aire (2007)– ha vendido más de 13 millones de copias, contra los pronósticos de los editores mediocres que aseguran que ya nadie lee novelas largas. Sumando los tres tomos, Millennium supera las 1.500. Y hay quienes añoran un cuarto volumen.
La trama detectivesca une al periodista Mikael Blomkvist y a la investigadora Lisbeth Salander en una aventura de corrupción en la que parecen confluir todos los pecados posibles sin oportunidad de redención. Y al igual que las últimas sagas literarias, ya tiene lista su consecuente adaptación al cine. De hecho en febrero de este año se estrenó el primer capítulo.
Esto quiere decir que la “millenniumanía” apenas comienza… y no es para menos. La intriga que se ha generado alrededor de la muerte de Larsson es igual de taquillera.
Parece una broma hitchcockiana. Larsson, nacido en Skelleftehamn (Suecia), en 1954, lleva una vida valiente de periodista modesto, al frente de una revista independiente fundada por él mismo, Expo, desde donde defiende los derechos de las minorías y los abusos de la ultraderecha. Tras devorar cuanta novela policíaca cae a sus manos, a los 47 años decide de pronto que ya está listo para volverse escritor.
Se lo comenta a su compañera sentimental de toda la vida, Eva Gabrielsson, y se sienta a escribir como quien se sienta a tomar café. No para sino 27 meses después, durante los cuales ha dormido un promedio de cuatro horas al día y fumado toneladas de nicotina a razón de 60 cigarrillos diarios. Se ha convertido en un personaje de novela negra, hediondo a tabaco y adicto a la comida chatarra

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